Ideas enlazadas 1. Hace frío...
- Oscar
- No incluidos en esta clasificación , Reeditado
- 26 de febrero de 2009
Finlandia queda lejos, pero más aún en el imaginario. La “idea” del norte del norte incluso da frío. Más en invierno, aunque no sé si en Buenos Aireas la “idea” del frío es la “misma”. De todas maneras comencé el año en Helsinki, y hacía frío.
El fenómeno del frío siempre me ha llamado la atención. Notar como el paisaje cambia lentamente (al menos en el caso del paisaje urbano), como pasa de los colores de las calles y los techos al blanco omnipresente que esconde, como los sepulcros, los huesos secos, es una experiencia poco frecuente para personas que vivimos en el sur (al menos en el sur del norte, en el sur del sur la cosa puede que sea diferente, por lo menos así me cuenta mi hermano, que pasó una temporada en Ushuaia).
De cualquier manera, esta vez lo que más me llamó la atención fue el fenómeno que paulatinamente fue convirtiendo la costa en una capa de hielo, con efectos inusuales como arena congelada, o el dibujo de las pequeñas olas en blanco. El frío produce el cambio, la transformación del líquido en sólido… pero ¿qué es el frío?
Hace muchos años, en otra vida, me dijeron que para Agustín de Hipona el mal y el frío compartían lo que eran en el modo de la negación, o mejor dicho, compartían la falta o la negación de lo que era: el bien, el calor. Si ese era un ejemplo agustiniano no lo he podido comprobar, ni entonces ni ahora. Lo que sí se decía era que el frío era la falta de calor tal como (análogamente) el mal era la ausencia o falta de bien. O tal vez debería ser al revés. De cualquier manera así se los explicaba, y he comprobado que para Agustín en efecto el mal era carencia de bien. No obstante la explicación agustiniana, a mí esta concepción del mal nunca me satisfizo del todo. ¿Quiere decir que el mal, en el sentido corriente de experimentarse como un hecho del mundo, no existe? ¿Quiere decir que es solamente una ausencia, una falta o carencia óntico/ontológica? ¿Cómo les explicamos a los chicos de Gaza, o a sus mayores, que lo que les arrebató lo poco que les quedaba -los pocos que les quedaban- no es, no existe, sino que es una falta? No parece ser esa la experiencia del mal, ni la del pueblo judío de entonces, ni la del palestino de ahora, a los que no les han faltado ni bombas, ni balas, ni cámaras de gas… aunque seguramente hoy sí falten muchas cosas: las que perdieron ambos en el conflicto (las materiales y vitales unos, las morales los otros), las oportunidades para la paz… y la esperanza y la fe que afirmen que pese a todo la paz y el futuro son posibles, al menos para los que han quedado.