Hola, me llamo Oscar

Contenido original1

Blanca & Oscar, mis abuelos maternos

¿Qué hay en un nombre? El mío me fue dado como herencia: era el nombre de mi abuelo materno (de quien llevo también el segundo, pero aquí estoy para hablar únicamente de primeros), que ya había muerto cuando nací. No sé si alguna vez me pesó llevarlo; lo que sí me dio fue un sentido de privilegio. En primer lugar, me lo dio mi padre, primogénito también él igual que yo, para honrar la memoria de su suegro (cuando nací hacía poco que habían “regularizado” la relación con mi madre mediante matrimonio civil). No tengo presente qué lugar ocupaba mi abuelo Oscar en su familia, pero lo que sí sé es que mi abuelo era pediatra, y por lo que me contaba mi madre, también el centro de las reuniones familiares. Tal vez por eso mi abuela ejerciera de “soporte”, para permitirle permanecer en las sobremesas mientras ella hacía el verdadero trabajo sucio… o tal vez simplemente porque era el proveedor, parte de una cultura de intercambio con roles claramente asignados. Sea como fuere, mi abuelo había cumplido el mandato familiar y ascendido socialmente: un “doctor” en una familia de inmigrantes italianos, que había estudiado (y se había graduado) mientras trabajaba como químico en su propio laboratorio, que por cierto se incendió con él adentro, lo que daría origen al cáncer de piel que décadas después impediría que lo conociéramos los hijos de sus hijas, o incluso mi propio padre.

¿Pero qué hay en un nombre? ¿Porque usarlo como título de este blog cuando hay tantas otras personas con el mismo nombre, y no solamente personas? Tal vez sea el sentido de privilegio, o que soy el primero de una familia numerosa (6 tuvieron mis padres juntos, 5 varones y una sola chica, la última, la que supuse significaba el fin de la búsqueda), o que no fuera tan común durante mi infancia, y que asumiera que su sonido (osˈkaɾ) me identificaba a “mí” solamente. Lo cierto es que ya lo usé con mi primer blog (aunque entonces también con el apellido), y ya nunca me planteé otro nombre o título para mi (nueva versión de este) blog.2.

¿Pero de verdad, qué hay en un nombre? Aunque un blog sea un medio escrito, los nombres se predisponen mejor para las invocaciones (y las evocaciones), para las voces que nos habitan y nos llaman, que nos permiten cierta estabilidad (el nombre es siempre el mismo) entre tantos cambios: crecí y me formé en la Argentina, viajé por muchas tierras (¡y mares!) y viví en algunas, en particular Cataluña y el sur de Finlandia, a las que considero como “propias”, tanto como puede apropiárselas uno que está siempre de paso. Estudié Teología y Filosofía, y entre muchas otras cosas, esos estudios, junto con mis experiencias tempranas y mis intereses en servidores y programación (además de los sueldos), me llevaron a trabajar en múltiples tipos de organizaciones: religiosas, privadas, del tercer sector, en tecnología o las humanidades, e incluso corporaciones multinacionales que cotizan en bolsa. En todas ellas siempre fui “Oscar”, más allá de status, propósito, función o relación, y en todas ellas aprendía también que, a pesar de sus tipos y fines, sus similitudes como organización eran mucho más que sus diferencias.

De todas estas cosas, familia, herencia, filosofía, teología, tecnología, viajes, relaciones, religiones, organizaciones, y muchas otras que se tocan con ellas, las amplían o las modifican, las ponen en cuestión o las reafirman, y en particular de los nombres propios que las atraviesan, se trata este blog. No pretendo dejar la pregunta sobre el nombre sin intentar una respuesta, pero no será un enunciado que pueda escribir aquí, o que incluso espere responder entre un número de textos que podrían volverse ensayo. En realidad la pregunta por el (y los) nombre(s) es una búsqueda, de mi mismo y de las relaciones con las personas que me nombran, para las que “Oscar” tiene que ver con mi historia, mis relatos. Por eso escribo este registro, estas notas, para encontrarme con ellas, las personas, las voces, y también sus nombres. Escribo para conectar, para hacernos compañía, siempre en parte, nunca plena, pero compañía al fin: si leemos para saber que no estamos solos3, yo escribo con la esperanza de que alguien lo confirme.

Nota sobre el uso de la IA en este blog

“No escribo sin luz artificial”4, pero sí sin IA. He escrito cada texto original de este blog en el idioma indicado como tal en cada caso. La IA ha sido usada para generar imágenes (indicado en los créditos o al píe de imagen), y en algunos casos, para corregir o traducir (también indicado en las entradas o páginas) versiones que igualmente revisé yo mismo antes de publicar. De cualquier modo, si atribuir autoría era complicado antes de las IAs5, quedará en cada lector decidir o mantener abierta la posibilidad de plagio o propiedad.


  1. Escrito en castellano. Ver la nota sobre el uso de la IA en este blog↩︎

  2. La sección “Reeditado” contiene algunas de las entradas de entonces. ↩︎

  3. De la película “Shadowlands”, de Richard Attenborough, sobre la vida de C.S. Lewis, en la que Peter Whistler, uno de los personajes, recuerda que su padre decía que “leemos para saber que no estamos solos”. ("We read to know we are not alone.") ↩︎

  4. Entrevista con André Rollin, Le fou parle, 21-22, 1982 (luego en Ils écrivent où? quand? comment?, Mazarine, 1986, pp. 145-152). Edición digital de Derrida en castellano.  ↩︎

  5. ¿Qué quiere ser “autor” de un texto en una lengua que nunca es “mía” sino nuestra, con sentidos que producimos pero sólo en sentido de traerlos delante, y que ni siquiera podemos determinar del todo, mucho menos limitar o conducir? ↩︎